Por Marcelo R. Cimino Argondizzo.
Quienes peinamos canas, hemos vivido como sociedad la gesta de Malvinas a pleno, con sus angustias y emociones. Hemos transitado la ansiedad de conocer en detalle las acciones, mientras manejábamos como podíamos la frustración, sumidos en el ocultismo que nos imponían sobre la Batalla.
–
Argentina nació amalgamada bajo la mistura de un pueblo joven, que no dudó en expulsar las veces que fuera al invasor, a como sea; con mosquete en mano y aceite caliente desde los techos, con buques de servicio contra poderosas flotas profesionales. Nunca le escapó a combatir.
–
Esta tierra hizo milicianos de temer a religiosos, intelectuales y paisanos. En nuestras luchas no hubo diferencias, tanto aborígenes, mulatos, criollos como europeos, abrigaron nuestra bandera arremetiendo por la Libertad de nuestra Patria. Aún dentro de las diferencias internas y contra las acciones de traidores, se logró construir una Identidad Nacional, basada en valores y tradiciones propias. Surgieron códigos, manteniéndonos siempre dispuestos a tomar las armas, si la situación lo requería.
–
Conformada nuestra Nación, nos volvimos una tierra de paz, que abrió sus brazos a quienes buscaban prosperidad. Durante transcurso del siglo XX desperdiciamos el tiempo, olvidando nuestro legado forjado a fuego. Nos debatimos entre mezquinos intereses, en reyertas internas, perdiendo de vista los objetivos nacionales.
–
Aun así, en nuestras escuelas, en nuestras barriadas, en nuestra Argentina profunda, existían valores, existía el respeto, existía la claridad del bien y de la lealtad.
Un día llegó el llamado a las armas, a recuperar lo nuestro, a honrar el legado sanmartiniano. Sin cuestionar nada, un puñado de argentinos, fueron a la Batalla.
Había pasado mucho tiempo, nos habíamos olvidado del sacrificio, del dolor y la muerte. Nuestra piel había dejado de ser coraza, no obstante, el enemigo despertó al Bouchard que tenemos dentro.
–
Y así fue boleadoras contra misiles. Y si de cuatro volvía uno, no importaba!!!! Porque allá estaban nuestros soldados defendiendo la soberanía. Donde no habría inglés que se llevara gratis un sapucay, donde entre cientos de ejemplos, un cabo defendiera un unimog con su vida, o que un pibe de barrio, ante lo decisivo, calara bayoneta sin que nadie le ordenara nada.
–
Peleamos, matamos, morimos y sufrimos. Más aún, volveríamos a combatir con la misma entrega y ferocidad, así la diferencia tecnológica fuera mayor. Y no se confundan, siempre lo fue, siempre peleamos en inferioridad de condiciones. Así y todo los sacamos carpiendo de Buenos Aires, de nuestros ríos, de nuestra Patria toda y del subcontinente.
Hoy, hasta nuestros pequeños saben de Malvinas, de nuestros héroes y que deben sentirse orgullosos. Nuestros combatientes se ganaron el respeto de los propios enemigos. Como un Hércules rompiendo el bloqueo, debemos desterrar la mediocridad y la crisis moral que nos invade.
–
Nunca dejamos de ser una Gran Nación. Hay que recordar nuestra esencia y entender que estamos para nuestra Patria, no al revés.
–
Feliz 25 de Mayo!!!
_____