La biblia alada y el calefón.

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Por Marcelo R. Cimino

Hay situaciones que rozan el grotesco. Cada vez que un grupo de argentinos, con formación de excelencia, se lanza contra las aspas de los molinos de viento, automáticamente surge un ejercito de opinadores (autodenominados especializados ¿?) a verter argumentos en contra de la empresa o cruzada -porque en argentina emprender desarrollos tecnológicos cuesta 10 veces más que en cualquier parte del mundo-. Eso si, rara vez tienen el conocimiento necesario para discernir técnicamente, contextualizando tiempos, metas y hojas de ruta o al menos recurrir a la humildad de preguntar y aprender. Lamentablemente y en todo orden, la mediocridad, prima como césped en un estadio y estas campañas terminan atentando contra miles de horas de trabajo calificado, que potencialmente pueden desembocar en horas hombre de producción, generación de recursos que luego volvieran a nuestra propia sociedad de consumo al tiempo de mantener mano de obra calificada y promover cupo completo en nuestras universidades tecnológicas. Una pena, porque el camino hacia el desarrollo y producción de alta tecnología es muy duro de por si y a esto debamos sumar los palos en la rueda que agrega la ignorancia, la estupidez y los que se aprovechan de estas, para que nuestra nación siga anclada en a la producción primaria, como única expectativa.

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